El Ceiba nace con una clara vocación de involucrar a la ciudadanía en una experiencia de crecimiento compartido, entendiendo la riqueza que reside en la co-creación como una oportunidad de nutrirse de nuevas y diferentes perspectivas. Por este motivo pone en contacto a poetas con estudiantes, a bailarines con colectivos de mujeres rurales o de personas con diversidad funcional, a extranjeros con locales, a poetas con bailarines,… en definitiva, a hombres y mujeres que crearán piezas específicas para este festival y que durante los 15 días previos al fin de semana del festival, se dejarán contagiar los unos de los otros, creando semillas que luego el viento se llevará para que germinen muy lejos.
Este encuentro se basa en la premisa de que la convivencia entre las personas es la mejor forma de nutrirse entre ellas, por eso los invitados no se limitan a venir durante un fin de semana, actuar y regresar a sus casas. Una vez que llegan a Güímar, se les invita a que se instalen, que se empapen de los tiempos lentos de esta isla y se dejen seducir, para que desde ese estado de fluidez muestren quiénes son y los mundos que llevan consigo.